Triduo Pascual, motivo de celebración

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Triduo Pascual, motivo de celebración

¡Jesús ha resucitado!

Esta es nuestra motivación cristiana, fundamento esencial de la fe.

Pero hasta llegar a la Resurrección, el recorrido no ha sido fácil. Después de una vida no muy larga, pero intensa, Jesús se enfrenta a su decisión más potente, el entregar su vida para salvarnos a todos.

Y estos últimos momentos decisivos, intensos, es lo que celebramos en el llamado Triduo Pascual.

Acaba la Cuaresma (tiempo importante de reflexión) al atardecer del Jueves Santo, y celebramos la institución de la eucaristía en la Última Cena, el Viernes Santo se conmemora la crucifixión de Jesús, la Soledad de María el Sábado Santo y la resurrección el Domingo de Pascua.

La Pascua de Resurrección se celebra el domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, y por ello coincide entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

Con mayor ahínco si cabe, debemos en los días que conforman el Triduo Pascual, reflexionar de forma activa, es decir, no sólo cumpliendo con los Mandamientos sino hacerlo además participando activamente en las conmemoraciones, y lo que es más importante, dando visibilidad a nuestras creencias sin temor al qué dirán, al que pensarán.

Los símbolos son muy importantes en la vida y son parte de la salsa de la misma, y como tales deberíamos prepararlos y saborearlos intensamente, sin prisas, con meditación, con recogimiento y humildad.

El vino y el pan, simbolizan la vida eterna que Jesús ofreció a sus discípulos en la última cena que conmemoramos el Jueves Santo. El vino simboliza la sangre que derramó Jesús y el pan su cuerpo que entregó por todos nosotros.

El lavatorio de los pies, simboliza la entrega y humildad de Jesús hacia sus discípulos durante la última cena, “lo que Yo hago ahora no lo entendéis, lo entenderéis más tarde; haced lo mismo con los demás”.

Qué manera más intensa de vivir estos momentos, no solo por la intensidad de las palabras, sino por la elocuencia de los hechos en justa correspondencia con las palabras.

Siempre Jesús va por delante con el ejemplo para mostrarnos que es lo que debemos hacer nosotros; no se limita a sermonear, sino que fundamenta sus palabras en su forma de actuar y de ahí su poder de convicción, “Amaros unos a los otros, como Yo os he amado”

El lavatorio de los pies es uno de los signos más importantes por lo que conlleva de significado el hecho en sí, y llena de importancia toda la conmemoración de estos días.

La cruz simboliza el sufrimiento extremo de Jesucristo por salvarnos del pecado, “Nos amó hasta el extremo”, y nos recuerda que alguien está siempre dispuesto a sacrificarse por nosotros, y ¿nosotros también estamos dispuestos a sacrificarnos por los demás? ¿Hasta qué punto? ¿Hasta el extremo?

El Cirio simboliza la resurrección de Jesús. El fuego que se utiliza para encender estas velas es el del fuego encendido en la Vigilia Pascual. El cirio Pascual tiene que llevar grabado las letras Omega y Alfa que indican que Dios es el fin y el principio de todo. Y este es uno de los signos más preciosos de los cristianos, el poder conmemorar la Resurrección; Cristo murió en la cruz, pero Resucitó al tercer día, y está entre nosotros.

El agua de bautismo es otro símbolo en la noche de Pascua, y simboliza la vida y la purificación.

La Semana Santa es el tiempo ideal para que las personas, desde el recogimiento y con los signos como reafirmación, meditemos sobre nuestra manera de actuar, seamos coherentes con hechos y busquemos el cambio a realizar en nuestro comportamiento diario para lavar los pies a nuestros hermanos, a nuestros conocidos, pero también a los que no conocemos tanto.

Las costumbres cuando se reiteran se convierten en tradiciones, pero tanto las costumbres como incluso las tradiciones acaban variando a través del tiempo y según el lugar y las circunstancias. Lo que no se debe olvidar son los orígenes, los motivos de las celebraciones, actuales o anteriores.

En todas las celebraciones, lo que se conmemora son actos importantes que tienen gran relevancia y que nos recuerdan situaciones o momentos que cambiaron algunos acontecimientos o que fueron motivo de alegría desbordante. Es menos habitual celebrar acontecimientos negativos, que nos entristezcan.

Y entonces, ¿Por qué los católicos celebramos la pasión de cristo? ¿Nos regocijamos con el sufrimiento?

No, nos es el sufrimiento lo que celebramos. Celebramos la capacidad de entrega de Jesucristo para hacer cumplir los designios del Padre por salvar a un pueblo deprimido, desorientado, que ha perdido toda esperanza.

Jesús conoce su destino, conoce su misión y no reniega, lo acepta, porque sabe que la recompensa será inmensa.

Hasta en el momento de la crucifixión podemos ver connotaciones positivas como la conversión del ladrón, y la de tantos que después de una actitud denigrante se dan cuenta que realmente tenían delante de si a Dios y no fueron capaces de verlo con sus propios ojos.

¡Qué dura situación la de los que fueron ciegos teniendo vista! “¡Dichosos los que creen sin haber visto!”

 

Pepe y Pepita Doménech – Signes

Benicarló-9 (Cataluña y Menorca)