San José, un ejemplo sin palabras
La “Historia de la Salvación” es un largo camino que Dios ha trazado, la Biblia nos cuenta su principio, pero el final no lo sabemos, no está escrito. Para recorrer ese camino que Él trazó, ha contado y sigue contando con las respuestas positivas de hombres y mujeres a sus preguntas desconcertantes. Entre los elegidos está José, un hombre del que sabemos poco e imaginamos mucho. No encontramos de él ni una sola palabra en los Evangelios, cuando su misión fue superimportante, ya que compartió la paternidad de Jesús con el mismo Dios.
Como laico, nada docto en temas de Teología no pretendo meterme en ningún charco en donde no pueda salir, ni mojarme más allá de una reflexión sencilla de cristiano que cree, estudia, reza y discierne la palabra del Evangelio. Como miembro de los “Equipos de Nuestra Señora”, esposo y padre, sé lo hermoso y lo complejo que es la responsabilidad de lo uno y lo otro. El amor tiene sus rosas y espinas.
José (San José) fue un hombre de tantos y seguro que se enfrentó de forma cotidiana a los problemas reales de la educación de Jesús, un adolescente como son nuestros hijos: rebelde, contestatario, indisciplinado, en proceso de aprendizaje, donde muchas veces estaría enfrentado a su padre. También, trabajando su relación de amor con María, que como todos los matrimonios tendría sus encuentros y desencuentros. María era una mujer con su historia.
De la vida de Jesús tampoco sabemos nada, desde su adolescencia hasta su madurez que comienza su Misión. Es de sentido común pensar que los mejores valores los aprendió de sus padres, en su familia, en su día a día trabajando como se nos dice, de carpintero.
La vida de José es una vida de fe, pero de duras pruebas. Dios confía en él para ser padre adoptivo de Jesús, pero le deja la libertad para aceptar ese hijo que lleva María en su vientre sabiendo que no era su hijo. Podemos imaginar el papelón que le planteó. Hay que tener mucha fe, y de la buena, para decir… ¡Sí!
La llegada de Jesús, (el Hijos de Dios) fue de todo menos cómoda, fácil y llena de privilegios. La “Historia de la Salvación” Dios la escribe recta con renglones torcidos. No se puede decir que a José se lo pusiera fácil y por más que ahora lo tengamos como un Santo: justo, humilde, trabajador y honesto, seguro que fue su profunda fe la que le llevó a no tirar la toalla y cumplir su misión, desde el silencio, la humildad y un trabajo constante como padre, educando y corrigiendo nada menos que al Hijo de Dios, que era un joven como otro cualquiera.
La conclusión es que todos somos importantes en el plan de Dios, cada uno en su momento y lugar. Es cierto que para algunos la misión es más importante, pero siempre desde el ¡si! personal, como María, José y tantísimos otros que han dicho y dicen cada día a Dios...¡Si acepto tu propuesta! convencidos de que Dios es “Buena Noticia”.
San José es un ejemplo de esposo y padre. Es necesario verlo desde la realidad de esposo y padre, con los problemas cotidianos, no como un hombre al que Dios se lo puso de caramelo.
Como creyentes y miembros de este Movimiento, seguro que Dios también nos propone retos que nos interpelan y nos hacen dudar, como le pasaba a José. Pero los retos de Dios suelen dar frutos al ciento por uno, aunque para ello haya que salir de la zona de confort y comodidad.
Tengamos a San José como modelo de fe, sabiendo que no dejó dicha ni una sola palabra, siendo nada menos que el padre de Jesús en la Tierra y que con su ¡sí! la “Historia de la Salvación” es la que es. (Es curioso no encontrar ni una sola palabra en boca de José)
Dios nos suele complicar la vida, como se la complicó a José, nos ofrece servicios en los que piensas... ¿No había otro mejor que yo?… ¿Ahora que estaba tan bien en casa? La” Historia de la Salvación” continua y nosotros tan solo somos instrumentos en sus manos con la libertad de decirle si o no a las propuestas que el mismo Dios nos lanza desde cualquier lugar, ya sea la parroquia, el movimiento o la propia sociedad.
Laico, como lo era José, me atrevo a invitaros a discernir las propuestas que lleguen a vuestras vidas y al igual que José, nuestra primera intención es rechazarlas. Luego llega el silencio, la reflexión, la oración, la escucha profunda donde Dios nos cautiva y enamora, y acabamos diciendo… ¡Sí! Y la “Historia de la Salvación” continua, sí, contigo.
Manuel Argudo Álvarez y Pura Cervera
Equipo Aldaia 2