INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA, fuente de esperanza.

ens

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA, fuente de esperanza.

Ante la llegada de un nuevo bebé, los padres prepararan con mimo el lugar donde lo recibirán. Sea todo nuevo o adaptado de sus hermanos, buscarán que esté limpio, bonito, confortable. Que no falte nada de lo que tienen pensado para él, de lo que pueda necesitar. El amor empieza a manifestarse antes de que llegue a casa.

Sin embargo nuestra capacidad de anticiparnos al amor se queda muy pequeña ante la infinita grandeza de Dios Padre para pensarnos y amarnos desde toda la eternidad.

 “Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! Lc 11,13    

Por esta grandeza y este poder y por su amor que no conoce medida, Dios mediante una gracia especial, crea a María preservada de toda mancha, del pecado original. Y la crea como un nuevo paraíso, un paraíso personal donde albergar a su Único Hijo. De aquel primer paraíso en el que la desobediencia de un hombre y una mujer trajo el pecado al mundo, surge pura y humilde la nueva Eva: la Virgen que nos traería al Salvador.

Pero esta Concepción Inmaculada no hace a María divina, ella es única y verdaderamente humana como nosotros. Por eso, imitar a Cristo está solo al alcance de unos pocos, pero vivir tratando de imitar a María está al alcance de todos. Servir, estar atentos a las necesidades de los demás, procurar el vino allá donde falte y hacer propias las necesidades ajenas es el gran ejemplo de obediencia que María nos deja: “Haced lo que Él os diga”. Jn 2, 5

Y aunque nosotros no hayamos sido preservados del pecado desde nuestra concepción, al igual que María hemos sido pensados y amados por Dios desde toda la eternidad para ser bienaventurados.

En esta solemnidad de la Inmaculada Concepción, le pedimos al Buen Padre que nos haga como María, que nuestros corazones se alegren en nuestro Salvador, que proclamemos su grandeza y le demos gracias cada día por su fidelidad y  misericordia.

Y a ella, a la llena de gracia, le pedimos que como madre de Cristo y madre nuestra, no deje nunca de cogernos de la mano y guiarnos hacia su Hijo, verdadero aliento y luz de nuaestras vidas.

Maria y Alberto, Gijón 8