¿Una Cuaresma más... o una nueva Cuaresma?

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¿Una Cuaresma más... o una nueva Cuaresma?

¿Qué queremos que sea para nosotros esta próxima Cuaresma? ¿Cómo podemos hacer de este tiempo un período que nos ayude a acercarnos más a Dios y a avanzar en nuestro caminar cristiano?

Podemos tender a convertir la Cuaresma en una cuestión sólo de “elecciones alimentarias”, como afirmaba el papa Francisco en una homilía en 2018[1], o en una serie de prácticas que, quizás, no tengan una verdadera coherencia con nuestra vida cristiana. Por ello, quizás sería conveniente volver a reflexionar sobre el verdadero sentido de este tiempo cuaresmal, un tiempo en el que, como indicaba el papa, se trata principalmente de intentarnos acercarnos y buscar más a Dios.

Ante todo, este nuevo camino de encuentro debe ser, para nosotros los cristianos, un renovado camino de alegría, fruto de sentirnos infinitamente queridos por Dios, que no ceja en su intento por acercarse a nosotros a través de su Hijo, de su Muerte y su Resurrección. Este tiempo debería ser para nosotros un período de verdadera transición, que nos abra la puerta a un nuevo estilo de vida, más coherente con nuestra elección como seguidores de Cristo. Por ello, en esta Cuaresma, a modo de proceso de adaptación durante cuarenta días para comenzar a cambiar el resto de nuestras vidas, ¿qué tal si nos proponemos responder de forma más adecuada a esos intentos continuos de nuestro Padre de acercarse a nosotros?

En especial, quizás deberíamos por comenzar a hacer un gran ejercicio de humildad, para reconocer en qué medida nuestra vida se puede estar alejando del modelo de Jesucristo, perdiendo la coherencia con nuestra fe, y discernir medios para corregir esta deriva. Estos medios deberían ser herramientas para cambiar no sólo cómo nos relacionamos con Dios, sino también cómo nos relacionamos y tratamos a nuestros prójimos. Como dice José María Rodríguez Olaizola, sj, “la Cuaresma es el momento de buscar un poco de desierto en medio de lo cotidiano, de plantar los pies en la tierra firme del evangelio y mirar alrededor[2]

La oración es una de las herramientas más valiosas que tenemos a nuestra disposición. En el Mensaje de la Cuaresma 2020, el papa Francisco, “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)”, profundiza en estas ideas al afirmar que la Cuaresma debe ayudarnos “a convertirnos en un diálogo abierto y sincero con el Señor”. No en vano, es una de las claves de nuestro Movimiento. Sin embargo, ¿qué nos ocurre? Muchos nos quejamos hoy día de nuestra falta de tiempo, de que el fragor de la batalla de nuestro día a día nos impide orar de forma adecuada, tanto de forma personal como conyugal o en familia. ¿Por qué no proponernos, por tanto, en esta Cuaresma ayunar principalmente de lo que más nos aleja de un encuentro en profundidad con Dios? Podríamos analizar a fondo nuestras vidas para tratar de encontrar qué es lo que, desde fuera y, sobre todo, desde dentro, nos impide realmente acercarnos más a Dios y a los hermanos.

Pidamos por tanto en estos cuarenta días la gracia de la humildad, de la capacidad de reconocer nuestros pecados y desviaciones de nuestro rumbo; pidamos también la gracia de la coherencia para que el Señor nos ayude a identificar esos elementos nocivos —incoherentes— en nuestra vida cristiana; oremos por aprender a abstenernos de ellos, comenzando a cambiar nuestros hábitos, y oremos para que Dios nos dé fuerzas para hacerlo, pues todos sabemos que existen “síndromes de abstinencia” cuando se trata de cambiar ciertos hábitos, costumbres e inercias. 

Encarna y Antonio (Sevilla 120 A)

[1] Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 8, viernes 23 de febrero de 2018

[2] https://www.facebook.com/feyalegriauruguay/posts/545110092199534/