Para los que no irán a Fátima

ens

Para los que no irán a Fátima

Un miembro de equipo escribió hace unos años cómo vivieron su marido y ella las jornadas del Encuentro Internacional de los ENS en Lourdes en 1954, cuidando de los hijos de los matrimonios peregrinos y que hoy compartimos con vosotros.
 
“No tenemos hijos, pero durante la última peregrinación a Lourdes tuvimos la oportunidad de acoger nueve pequeños. Por lo tanto, me encontré de pronto convertida en madre de familia numerosa... de niños entre 18 meses y 14 años, de dos familias diferentes. Nos fuimos al campo en dos coches, uno conducido por M. y el otro por mí, a una casa un poco primitiva, sin comodidades, donde nos instalamos con todos los niños. Incluso plantamos, entre el regocijo general, una tienda de campaña dentro de la casa (llovía de tal suerte que no era posible plantarla en el exterior y la montamos en una habitación que podía soportar algunos clavos)
 
Intentamos confeccionar un pequeño programa que conviniera a todos a la vez y nos mantuviera unidos con los que estaban en Lourdes. Queríamos seguirles, no solamente mediante la oración que rezábamos juntos, sino haciendo participar a los niños en unas actividades similares. Entonces propusimos a los pequeños hacer con ellos un Deber de Sentarse. Los mayores, con toda seriedad, nos dijeron “¿Saben lo que sería formidable? Discutir cómo hemos de conservar durante las vacaciones la presencia de Dios entre nosotros”. Entonces, los dos mayores, un chico y una chica, redactaron un cuestionario que sometieron a los demás; los que contaban 7 y 8 años fueron invitados al debate.
 
Arreglamos la habitación donde estábamos con el fin de que fuera acogedora. Encendí la la chimenea, ya que llovía tanto que necesitábamos un poco de calor, ; el cambio de impresiones lo dirigimos ellos y nosotros. Era bastante sorprendente ver cómo los niños, que pertenecían a dos familias muy diferentes en cuanto a educación y posibilidades financieras, pudieron cambiar impresiones sobre lo que podían ser unas vacaciones en el seno de la familia y unas vacaciones en compañía de Dios. Les aseguro que fue para nosotros algo extraordinario descubrir lo que podía aportarles la presencia de los padres. Y además nos hizo mucho bien sentirnos un poco padres en aquellos momentos. Así, pues, mientras todos cuantos estaban en Lourdes buscaban conocerse mejor, reunirse mejor con el Señor, nosotros no nos sentíamos en absoluto aislados, sino muy cercanos a los peregrinos. Al día siguiente tenía lugar en Lourdes una ceremonia penitencial, y por suerte nos encontrábamos cerca de una abadía benedictina. Mientras que yo me ocupaba de los pequeños, M. partió con los mayores. Asistieron a un oficio, y de una manera totalmente espontánea (intentamos durante la oración de la noche orientar un poco a los mayores, que a sus 14 años encontraban, con razón, que el sacramento de la penitencia no era muy atrayente) fueron a pedir a un Padre que les ayudara, y la mayoría se confesaron.
 
Entre vosotros hay quienes no tenéis hijos. No dudéis en ofrecerles la oportunidad de ocuparse de vuestros hijos. Les parecerá duro, pero creo que es la única manera de salir de uno mismo; porque uno se da cuenta de que es feliz con la alegría de los padres. Os aseguro que merece la pena que aportéis un poco de alegría a esos matrimonios, que a veces tienen el semblante triste, compartiendo con ellos vuestros hijos...”