El acompañamiento en los equipos

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El acompañamiento en los equipos

Al hilo del lema para este curso, No muros, sino puentes, nos planteamos en la superregión, y no por casualidad, el tema del  acompañamiento. Compartir con los demás todo aquello que el Señor nos pone a nuestro alcance, que normalmente son gratitudes sin que nosotros nos las merezcamos, porque si bien lo pensamos, no somos merecedores de tales dones o talentos, porque no hemos hecho nada especial para ello. Sabemos que los acompañamientos nos llevan a la encarnación con Cristo. Nuestro Dios, es un Dios que nos acompaña, como en el camino de Emaús. Es un Dios  que se hace consecuencia del amor.

La noción de compartir es más amplia que la de dar. En el compartir, uno se da a sí mismo, pero también recibe del otro. Compartir la alegría y el dolor de los demás, recibir lo que tienen que darnos, intercambiar sin tensiones, compartir lo que somos, crear lazos. Todo esto requiere tiempo. ¿Tenemos algo de tiempo libre, algo de tiempo disponible para compartir?

Los acompañamientos se realizan y se ejercen en el interior mismo de la familia.  Los Equipos de Nuestra Señora somos una gran familia y, como en todas las familias, no es necesario un gran problema o una situación límite para poner en juego nuestro acompañamiento. En las familias tenemos también a “los más pobres”: la madre que asume todo el trabajo de la casa, además del trabajo de fuera; el enfermo que se siente débil, solo y aburrido; el anciano que se siente inútil e impotente;  el hijo y el hermano que atraviesa un periodo difícil;  el padre angustiado por la situación económica;  el consiliario que nos ofrece su experiencia y que nosotros a veces no lo acompañamos en su vida sacerdotal; miembros del equipo que pasan situaciones difíciles...

Estos acompañamientos se concretan en acciones muy sencillas: estar atentos a las situaciones que nos rodean, escuchándoles, valorándoles, aceptándoles tal y como son, dedicándoles tiempo libre, compartir con ellos lo que pensamos, lo que sentimos..... 

En los acompañamientos, por tanto, se refleja en nuestra actitud para con los más próximos: los equipos recién incorporados, equipos en crisis, equipos alejados o equipos de mayores. Atentos a los que pueden estar esperando: jóvenes, novios, recién casados, matrimonios a la espera. Abramos los ojos y miremos a nuestro alrededor. ¿Cuál es para con los demás nuestro gesto, nuestra mirada, nuestra palabra, nuestro silencio, nuestra respuesta?

Vivir los acompañamientos no es algo automático, y raramente se consigue con un cambio radical de vida. Vivir los acompañamientos exige que nos pongamos en ruta, que adoptemos una actitud de conversión, así, poco a poco, cambiaremos nuestra manera de pensar y de vivir y dirigiendo nuestra mirada y nuestra conciencia hacia Cristo, construiremos una nueva forma de vida.

Volviendo a los talentos, como comentamos al principio, los hemos recibido para darlos. La gran ley de la vida espiritual es que no se recibe más que para dar, y se recibe en la medida en que se da, no nos engañemos, la posibilidad de guardar los talentos no existe, o los multiplicamos o los perdemos.

La madre Terea de Calcuta en una reflexión dice: «no pido nunca dinero, lo que pido es que “vengan y vean”, que tomen contacto con los necesitados (de acompañamiento, de misericordia, de atención...). Cuando ese contacto se establece, entonces resulta fácil darse cuenta” de lo que hay que hacer».

Mª Carmen Silla y Enrique Ros, responsables de economía de la Superregión España.